martes, 22 de marzo de 2016

Una Declaración de la Comunidad Pagana sobre el Medio Ambiente


ROGAMOS MÁXIMA DIFUSIÓN

Tomado de Ecopagan.com http://goo.gl/JWRnH9
 
(traducido por Andras Corban-Arthen)
Quiénes somos
El paganismo es una familia de sendas espirituales que están enraizadas en religiones ancestrales ubicadas en diversas partes del mundo, y que precede a la historia registrada. Según lo explica la Federación Pagana, el paganismo incluye religiones politeístas y panteístas que veneran a la naturaleza, y que a menudo incluyen deidades de todos los géneros, la veneración de los antepasados, como también celebraciones en sintonía con nuestra Tierra. Una explicación completa, que abarque con detalle las muchas variedades del paganismo, está más allá del alcance de esta declaración, pero vale afirmar que nosotros, los firmantes, valoramos la sacralidad de la vida y del mundo natural. Por lo tanto, el pensamiento pagano nos induce a vivir en armonía con los ritmos de nuestra gran Tierra.
La naturaleza es sagrada
Recibimos, reconocemos y abrazamos la sagrada que encontramos en la naturaleza, aunque tengamos diferentes conexiones personales con el mundo natural. Reconocemos que la naturaleza abarca la humanidad y el planeta, y que no estamos ni por encima ni por separado del resto del mundo natural. Reconocemos la sabiduría antigua que nos enseña que la cercanía a la naturaleza fomenta la cercanía entre la humanidad y todos los seres vivos; y que el acto de vivir como si estuviéramos separados de la naturaleza disminuye nuestra compasión hacia otros, y aún hacia nosotros mismos. Por lo tanto, afirmamos la necesidad de vivir de una manera sostenible como una parte de la naturaleza.
Somos parte de la red de la vida
En décadas recientes, muchas religiones paganas contemporáneas han hecho hincapié sobre la interconectividad de la humanidad con el resto del mundo natural. En tiempos remotos, muchos de nuestros antepasados ​​expresaron un entendimiento que, hoy en día, ha sido verificado por el método científico y la expansión de nuestro conocimiento del universo – que la biosfera de la Tierra puede ser comprendida como un ecosistema unificado, y que todas las formas de vida que se encuentran en la Tierra están entrelazadas.
Los mismos átomos que nos componen, a la misma vez nos conectan con el resto del universo. El hidrógeno que se encuentra en nuestros cuerpos se produjo en el Big Bang, y los otros átomos que nos dan forma se forjaron en los hornos abrasadores de estrellas antiquísimas. Más allá de los átomos, las moléculas esenciales a la vida nos conectan con la Tierra, lo que demuestra que no vivimos “en la Tierra” como visitantes del extranjero, sino que somos parte de la Tierra misma, de la misma manera que un volcán o un río es parte de la Tierra y de sus ciclos.
Somos la tierra: el carbono, el nitrógeno y el fósforo componen tanto nuestros cuerpos, como los cuerpos de las montañas. Somos aire: alimentamos a los árboles y a las hierbas cuando exhalamos, y a su vez ellos nos ofrecen un regalo de oxígeno cada vez que inhalamos. Somos el fuego: quemamos la energía del Sol que nos dan las plantas, luego de haberla capturado. Somos agua: los océanos fluyen en nuestras venas,  las mismas aguas que nutrieron a los dinosaurios ahora nutren nuestras células.
Estamos conectados con nuestras familias por vínculos de amor, y a través de ellas, con sus otros parientes, y así sucesivamente quedamos conectados con toda la especie humana. Nuestro árbol genealógico se remonta más allá de la evolución de los seres humanos, incluyendo no solo a todos los mamíferos, sino que también a todos los animales, y a toda la vida en la Tierra. La Tierra en su plenitud representa nuestro inmenso y jubiloso reencuentro familiar.
Experimentamos estas conexiones en un sentido espiritual. La red de la vida incluye fibras que se adhieren a nuestros corazones, que se entrelazan a través de nuestra naturaleza esencial, y que nos tejen como parte de un tapiz espiritual que abraza todo lo que existe. Siendo parte del cuerpo de la Tierra, debemos preocuparnos por la salud de todas las partes de ese cuerpo. Muchas actividades humanas destruyen partes del cuerpo de la Tierra. La tala de una selva tropical no es diferente a la amputación de una pierna sana. De hecho, los bosques son aún más vitales que nuestros brazos y piernas, ya que forman parte de nuestros pulmones planetarios. Del mismo modo, nos preocupamos por las aguas, la tierra, el aire y la biosfera. Lo hacemos por respeto a nuestros antepasados, por el valor que le damos a la vida de hoy, y por amor a las generaciones futuras. Cosas que dañen el cuerpo de la Tierra – tales como el calentamiento global, la contaminación y la extinción – representan, pues, un problema espiritual y moral.
Somos parte de la Tierra, y la Tierra es parte de nosotros.
Cómo estamos dañando el ecosistema
Las acciones de la humanidad están alterando radicalmente la red de la vida de la que somos parte, amenazando las vidas de muchas especies, incluyendo a los seres humanos. Este daño toma muchas formas diferentes. La pérdida de hábitat crece mano a mano con el aumento del consumo. La deforestación destruye unos 150 mil kilómetros cuadrados cada año, el tamaño de Japón, o el equivalente a 24 campos de fútbol por minuto.
El calentamiento global causado por nuestra emisión de gases de invernadero ya ha contribuido a la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos, y el aumento de las inundaciones y las sequías, y se anticipan efectos aún más graves en este siglo. El agotamiento del ozono causa daños adicionales. Nuestras acciones también han resultado en una disminución, continua e insostenible, de recursos tales como depósitos de minerales, fuentes alimenticias, y el agua potable, que a la vez genera altos niveles de contaminación. A medida que aprendemos más y más sobre el impacto de las actividades humanas en nuestro mundo, sin duda se identificarán muchos otros problemas similares en el futuro.
Lo que podemos hacer
Como la Tierra es capaz de curarse a sí misma, primero que nada tenemos que cesar de hacer daño, y dejar que comience la sanación. Sin embargo, esto no es tan simple como suena. Nuestros sistemas globales de explotación no se desmontan con facilidad.
Hay ciertas acciones que podemos tomar inmediatamente. Es importante que cada individuo, comunidad y nación evalúe todo lo que puede hacer para facilitar el mejoramiento del medio ambiente. Las soluciones técnicas no pueden avanzar sin la voluntad política, y la voluntad política necesaria requiere un cambio en nuestros valores más profundos, en nuestras propias definiciones de lo que significa ser humano, y en cómo la humanidad se relaciona con el mundo. Este cambio representa un imperativo espiritual.
Es un reto colectivo, y las acciones individuales son necesarias pero no suficientes. Por lo tanto tenemos que construir una cultura de verdadera sostenibilidad. Esto no significa tratar de encontrar la manera de “mantener” nuestros niveles actuales de consumo o tratar de “mantener” los sistemas económicos y políticos que nos han fallado. Por el contrario, la construcción de una cultura verdaderamente sostenible requiere que los sistemas de dominación y explotación que amenazan nuestro futuro, se conviertan en sistemas de asociación simbiótica que apoyen nuestro ecosistema. Nuestro plan debe incluir la promoción de economías locales y sostenibles, la reforma de nuestros sistemas alimentarios, y la distribución de recursos de una manera más justa y humana. También debe asegurar que el crecimiento poblacional esté por debajo de la capacidad de carga de nuestro planeta, a través del acceso a los métodos anticonceptivos, y la igualdad de acceso a la educación y el trabajo para las mujeres.
Cualquier sistema económico o político que promueva la explotación de la tierra y la gente debe ser desmontado o profundamente modificado. Esto incluye cualquier sistema que esté basado en un crecimiento interminable. Debemos hacer una transición del presente sistema económico lineal, hacia un sistema de economía circular. Esto significa abandonar la cultura del descarte, para reemplazarla con un desarrollo renovable y una cultura en la que todos los productos están destinados a la longevidad, la reparabilidad y el fácil reciclaje o compostaje al fin de su uso. La economía más sostenible del futuro será la que tenga el más corto intervalo entre la producción, el consumo y el reciclaje de los subproductos.
Pero, más allá de todo esto, necesitamos hacer un cambio aún más profundo y esencial: creemos, fundamentalmente, que necesitamos hacer un cambio de espíritu, que fomente una nueva relación entre la humanidad y el resto de la Tierra. Como paganos, creemos estar bien ubicados para concebir un futuro en el cual la humanidad pueda vivir en mayor armonía con el resto de nuestro planeta. Tanto en nuestra religión, como en nuestro trabajo y en la vida cotidiana, nos esforzamos para conectarnos con esa profunda armonía. Ese reconocimiento de nuestra existencia como parte de la Tierra misma es un elemento esencial que nos define. Los paganos podemos apoyar la sanación de nuestro medio ambiente a través de las enseñanzas espirituales que enfatizan nuestra conexión esencial con la Tierra, compartiendo rituales y ceremonias que nos enlazan con el resto de la red de la vida, e inculcando un sentido de responsabilidad en nuestras interacciones con el ecosistema – todo esto contribuye a la creación de una cultura que pueda sostener a la humanidad tanto hoy como en el mañana.
Como firmantes, nos comprometemos a utilizar nuestras habilidades y recursos para promover políticas y prácticas que fomenten los cambios que nuestro mundo necesita con tanta urgencia. Continuaremos educando a los miembros de nuestra comunidad para fomentar una forma de vida concienciada y sostenible, y para ayudar al mundo a reconocer que todos, ya sean paganos o no, son parte de nuestra preciosa Tierra. Para que tanto nosotros, como las futuras generaciones, podamos vivir vidas plenas y significativas, es imprescindible que aseguremos la buena salud de la Tierra. Por lo tanto, nos esforzaremos como individuos, como grupos, y como miembros de la sociedad global para promover la salud actual y futura de toda nuestra Tierra, incluyendo el agua, el aire, la tierra y la red de la vida.
Día de la Tierra 2015

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